La absorción de Pitchfork por parte de la revista de moda GQ ha llevado a muchos a que se planteen la pregunta, ¿ha muerto el periodismo musical? Quizá el éxito de ese sobrevalorado medio musical lleva lustros implicando una respuesta afirmativa a esa duda.

En realidad podríamos decir que la caída de la industria musical arrastró consigo a la prensa especializada, pero la primera estocada se la causaron las revistas gratuitas y, posteriormente, el boom de los blogs; la versión digital de los fanzines. Menos románticos, pero más sencillos y baratos de hacer, pero sobre todo más accesibles para los lectores, que en buena medida dejaron de acudir fielmente al kiosco.

La caída de ventas de las revistas llevó, lógicamente, a la precarización y ésta a la huida de muchas firmas solventes, que, en muchos casos, fueron sustituidos por becarios o aficionados sin el conocimiento de sus predecesores. Para paliar la sangría muchos medios se lanzaron a la búsqueda desesperada de lectores por la vía más sencilla: la inmediatez y el amarillismo.

Pero no nos engañemos, también ha cambiado la forma de disfrutar de la música y parece que la escucha activa ha dejado paso al picoteo superficial y al acompañamiento de fondo. Algo que, por otro lado, choca con los precios que se están pagando por los vinilos y conciertos de grandes artistas. Aunque en esto puede que también influya en buena medida la moda y el postureo en las redes sociales.

Y no nos olvidemos de la última pata de la mesa: la avalancha de lanzamientos que ha provocado la desaparición de un gran porcentaje de compañías discográficas y el “do it yourself” que permite la actual potencia de los ordenadores y que permiten grabarte un disco resultón en tu propia casa. Paradójicamente estamos los que creemos que ante esta situación la prescripción es más necesaria que nunca si quieres ahorrar una buena cantidad de tiempo separando el grano de la paja y rescatando auténticas joyas del pasado.

¿Qué opinas tú?