Hace un par de días un meticuloso artículo en eldiario.es (https://www.eldiario.es/cultura/musica/secreto-debut-oreja-gogh-primer-disco-grabo-musicos-no-tocaban_1_11258466.html) revelaba que el primer trabajo de La Oreja de Van Gogh (LODV) había sido grabado íntegramente por músicos profesionales. Salvo la voz de Amaia Montero, obviamente. A la discográfica le había encantado el potencial comercial de la maqueta de la banda donostiarra y querían sacar el disco cuanto antes; pero Alejo Stivel los veía muy verdes y se vio obligado a llamar a sus músicos de confianza para cumplir con los plazos. El productor tenía claro que para que ese disco sonase bien la banda necesitaba unos meses de duro entrenamiento y no disponía de ese tiempo. Esos mismos músicos acabarían grabando “19 días y 500 noches” (1999) de Joaquín Sabina y el debut de “El canto del loco” (2000).

Laura García Higueras es la autora del artículo y sólo tenía cinco años cuando en 1998 se publicó el álbum. Como fan ha reconocido su sorpresa (teñida de cierta decepción) en “Un tema al día”, podcast de la cabecera digital. Esta reacción —y la más visceral de un buen puñado de fanses en las redes sociales— ha sido objeto de cierto choteo en otros círculos, el de los coleccionistas. Estos tipos —porque la mayoría somos señores y algo mayores, que todo hay que decirlo— conocen la historia del rock and roll y no se han cortado, incluso llegando a la condescendencia, ante esa inocente reacción de “los orejistas”.

Conviene recordar que cuando la música se convirtió en un negocio realmente serio (y desprovisto del romanticismo inicial) los equipos todavía eran muy caros y la hora de estudio salía por un ojo de la cara. Eso provocaba que en muchas ocasiones se utilizaran músicos de sesión, capaces de grabar cualquier cosa en un tiempo récord. Uno de los casos más disparatados es el de Jimmy Page, uno de los guitarristas de estudio más reputados a mediados de los sesenta; hasta el punto de no recordar a la mayoría de los artistas con los que grabó. Eso lo dijo cuando le preguntaron si era cierta la leyenda que rezaba que había participado en la grabación del “Black Is Black” de Los Bravos. Hay recopilatorios que reúnen unas cuantas decenas de canciones en las que tocó y también se sabe que sus seis cuerdas suenan en algunas canciones de combos tan potentes como los Kinks o los Who. Era algo bastante habitual, de hecho sabemos que el batería escocés Andy White tocó en “Love Me Do”, porque George Martin consideraba que Ringo todavía estaba un poco verde. Recordemos que él no estaba todavía en los Beatles cuando estos viajaron a Hamburgo y que, por tanto, no se benefició de esos agotadores meses de entrenamiento.

Podríamos hablar de los músicos de Stax, ¡los míticos MG’s!; los Funk Brothers de la Motown; los Swampers de los estudios Fame de Muscle Shoals; los tremendos instrumentistas que grababan para Atlantic en los sesenta o el A-Team de Nashville. Pero, evidentemente, la palma se la lleva la Wrecking Crew, que es así como se acabó conociendo a ese selecto grupo de músicos de Los Angeles que han participado en casi todas las grabaciones de Phil Spector y en discos de Beach Boys, Frank y Nancy Sinatra, Byrds, Monkees, Mamas And The Papas, Neil Diamond, Carpenters, Simon & Garfunkel… Por citar sólo a unos cuantos, porque la lista es interminable.

Obviamente, el elenco de músicos era impresionante y algunos de ellos incluso acabarían gozando de una sólida carrera en solitario, como Glenn Campbell, Dr. John o Leon Russell. Otros se convertirían en escuderos de lujo, como el guitarrista James Burton o el baterista Jim Gordon. Y si repasamos los otros aporreadores encontramos tres nombres muy ilustres: Jim Keltner, Hal Blaine y Earl Palmer, que previamente se había curtido en Nueva Orleans con Fats Domino y que participó en las primeras grabaciones de Little Richard. Y quizá la más entrañable sea Carol Kaye, una bajista excepcional y que también grabó algunos riffs memorables de guitarra, como el de “La Bamba”.

Os recomiendo el visionado de este estupendo documental: